El veranito

Una langosta en la costa. ¿Quién es de las dos?
Llega el veranito y me marcho a la costa a comerme una langosta, canta Georgie Dann y también El Barrunta* estos días. Pues sí, llega el veranito. Y con él, las sandalias o chanclas, y los pies megros; los 'shorts'; los vestiditos con tirantes y sin tirantes; los pelos en el sobaco; las críticas en las terrazas, porque para eso están, para poner a parir al que pasa a nuestro lado y al que no también; las cervecitas, las tapitas y, sobre todo, las vacaciones... Todo el año currando para llegar a esto. Un puto mes -el que le tenga- que o se te pasa volando o se te hace eterno. No hay término medio. Sobre todo se hace largo para aquellas parejas que tienen a su cargo niños, suegras o suegros... Dicen que en el periodo estival aumenta el número de divorcios y de separaciones matrimoniales. A más tiempo juntos, menos se aguantan los que fueron un día 'tortolitos'.  Aún así, he de reconocer que el verano alegra la vida. También la vista, en algunos casos. Porque es una estación en la que proliferan y se hacen visibles todo tipo de carnes, ya sean magras, rojas, blancas, crudas, al punto, algo pasadas... algunas las cuáles producen, si se analizan con detenimiento, hasta clembuterol en el organismo. De todas formas, no sé quien inventó el verano y las vacaciones, pero ése alguien se tuvo que hacer de oro. Es época de creación de empleo también, que mucha falta hace en este nuestro Reino de España. Las cifras de parados menguarán estos meses. No sabemos hasta qué punto, pero se reducirán algo. Y Zapatero respirará al menos hasta noviembre, fecha más que probable para que se adelanten las elecciones generales. La gran mayoría de mis mejores recuerdos y vivencias han tenido lugar en verano. Son tres meses de muchas risas. De estar más tiempo con los amigos. De divertirte. De soltar ese lastre en forma de problemas y preocupaciones que ocupan cada día a nuestra cabeza. En verano se canta, se baila y se engorda más que el resto del año. Hace falta una pretemporada en octubre para volver a la normalidad. El verano es sinónimo de sol y playa. Aunque yo debo ser de los pocos a los que no le gusta la playa ni tostarse. Bueno no, miento. A mi novia, la Isa, tampoco le hace mucha gracia eso de untarse en crema y lucir palmito. Aunque sí hay que ir a a playa se va. "Porque no es por no ir, pero ir 'pa na' es tontería", como dice el humorista José Mota. Y si se va, se va. Con todas las consecuencias. Con la nevera azul, la hamaca y la sombrilla a cuestas. Sin olvidar el libro y la prensa. Fundamental este último punto. la prensa. Que los periodistas también vivimos y nos gusta que nos lean. Porque para llevar una puta toalla me quedo en la piscina o en un chiringuito. A verlas venir. En fin, que el verano es lo que es. Una estación del año que dura lo que dura dura, en la que la gente se excita, se dinamiza, discute y se divorcia. Pero también ríe, canta y baila. Engorda. Logra un empleo, temporal, pero al menos curra un tiempo. Una época en la que media España arde también en llamas, gracias a los putos pirómanos. Donde la gente se ahoga, por las negligencias; recibe cornadas, por alguna copa de más; se muere al volante... y, si se lo puede permitir, se marcha a la costa a comerse una langosta.

http://www.youtube.com/watch?v=6EuNbdwuRSw

*El Barrunta  es uno de mi pueblo, Peñafiel, que regenta un restaurante, toca la trompeta a sus comensales y es un chachondo

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