Nuboso o muy nuboso

Llevo un par de días en Santander y me quedan otros tres más de minivacaciones o de kit kat, como dice algún progre, por delante. Todavía no he visto el sol. No le he puesto cara todavía. Me han hablado de él, de su ardor, de su amplitud, de su belleza, pero no caigo. Seguro que le conozco y que cuando le vea le reconoceré y diré, qué coño, o qué cohóne, como dicen los gaditanos. El norte es así. Cabrón a veces, pero precioso a más no poder. Mala suerte. El bañador y la toalla siguen en la maleta bien doblados esperando su momento de gloria, que me temo que no llegará esta vez. A chupar banquillo toca.  Nuboso o muy nuboso. Estas son las palabras que más he leído o escuchado este fin de semana. Algunas gotas de 'calabobos', como dicen por estas lares, cayeron el sábado por la noche. Y sí, somos bobos, porque nos calamos, aunque a veces no daba la sensación de que lloviese demasiado. Buen ambiente en Santander. Buenos bares y mejores tapas. A falta de pan buenas son tortas, dice el refrán. Así que, a falta de olas, pues riojas y copas. Que además rima en asonante. Y un poco de jamón, que siempre alegra el día. Hay que agarrarse a lo que uno pueda. El caso es no estar en casa y patear. Lo cierto es que la Isa y yo no somos muy de playa. Somos más de interior. Rurales, que no paletos. De pueblo, sí, y a mucha honra. Pero de vez en cuando no viene mal untarse de crema y estirar las patas al sol mientras de sopla una suave brisa. Tu me das cremita, yo te doy cremita... No está habiendo suerte. Qué se le va a hacer. De hecho, gracias a ello estoy aquí escribiendo un wanted cuando debería estar tumbado a la bartola.
Tampoco nos da por ir al cine si le da por llover, como alguno que conozco, que se vino a Santander a ver una peli desde Valladolid, porque no pudo tomar el sol con la que caía. Ya de perdidos al río, debió de pensar. O quizás lo hizo por joder a la mujer. Que de todo hay. El caso es que, para un monárquico y español como yo, da gusto pasear por Santander. El sábado, con motivo de la Virgen del Carmen, muchos balcones y fachadas de edificios de la ciudad se engalanaron con la rojigualda. No hay calle o plaza en Santander que no cuente con alguna bandera de España. La piel de gallina se me pone solo de pensarlo. Da gusto. Recuerdo hace tres años cuando ganó España la Eurocopa estaba yo esos días por San Sebastián, harto de pancartas en defensa de ETA, de los presos y de ikurriñas. No he visto bandera más fea en mi vida que la vasca. La respeto, como no puede ser de otra manera, pero no comparto su uso, para enfrentarse a España. Nos largamos de allí en cuanto pudimos. Camino de Santander. Qué diferencia al llegar. Estamos en casa, fue lo primero que dije. Y es que los santanderinos son también acogedores y simpáticos. Buena gente, en general. Este fin de semana he conocido a dos santanderinos de toda la vida. Muy majetes ambos. Me llevaré un grato recuerdo y ha podido ser el inicio de una hermosa amistad, como creo que dijo Humprey Bogart. Y si no lo dijo él, pues el caso es que le pegaba la frase. Es lo que tiene ir de bares. Conoces más gente que en la playa. En fin, si habéis llegado hasta aquí, gracias, quiere decir que habéis aguantado el artículo entero.No sabía de qué escribir. Fuera está lloviendo. Un poco de calabobos, pero ya me lo he aprendido y esta vez no me pienso mojar. El cielo: nuboso o muy nuboso. Mala pinta. Esta noche otra vez de bares. Pero qué lugares. Qué se le va a hacer.

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