San Roque

Ya estoy aquí de nuevo. Leves vacaciones para desengrasar, que no para descansar, y al tajo. Se ha terminado San Roque, las fiestas de mi pueblo, Peñafiel. Un buen lugar y momento para desengrasar, que no para descansar, bajo la atenta mirada y el amparo del castillo. Cinco días intensos, en los que cambio el chip y no quiero saber nada de lo que ocurre en el exterior de este municipio de poco más de cinco mil habitantes que triplica o cuatriplica su población en fiestas. Cinco días que no me pierdo por nada del mundo. Siempre digo que es más probable que se lleven la iglesia de la plaza que me pierda yo las fiestas de mi pueblo. Pero todo lo que sube, baja. Y lo que empieza, debe acabar. San Roque también, no es más ni menos que nadie, aunque sea un santo. Son días de mucho que al final saben a poco. Pasan rápido. Se hacen largos y cortos al final, pero merece la pena estar ahí para disfrutarlos y poder contarlo después. Ahora hay más niños que nunca. Nuevas generaciones. Savia nueva que garantizan el funcionamiento futuro de las fiestas. Las cantinas tampoco son ya lo que eran, pero no defraudan. Hay menos burrerío. Más gente civilizada. Más polos de marca que de propaganda. Pero entretienen y divierten. Se habla. Se ríe. Se recuerdan anécdotas pasadas. Sea mea y mucho. Todavía en la calleja, como antiguamente, pese a que tenemos servicios públicos en la plaza. Las cantinas son un lugar de encuentro y no de desencuentro, como lo era hace no tanto, por culpa de cuatro borregos que hacían gracia un rato. Aunque para gustos, los colores. Y los toros, parte esencial de la fiesta, siguen acaparando la atención aunque con cada vez menos chalados y suicidas dentro del ruedo. También el chúndara. Espectacular, como siempre. Yo siempre se lo recomiendo a los estresados de la vida. Un buen chúndara es el mejor remedio para cualquier mal. Empujones, pisotones, abrazos, codazos, constante contacto oloroso y sudoroso con el amigo y el enemigo... El chúndara es mezcla de culturas, razas e incluso religiones. Se aprenden idiomas también, o mejor dicho, dialectos. Aquí cada uno tiene el suyo y habla el que le sale de los cojones. Pero nos entendemos todos. El chúndara es universal y une y no desune. Tampoco distingue de clases. Dentro de él, hay ingenieros, empresarios, bodegueros, curritos de empresa, algún funcionario, periodistas, albañiles, parados, vagos, maleantes y algún delincuente común y menos común, que se mueven todos a una, como en Fuenteovejuna, al son del pijo del tío Bernardo o del Barriguera, como se decía en los inicios.
Ha hecho calor también. No recuerdo unas fiestas con tanto calor como las de este año. Sofocante por momentos. Los dueños de los bares lo han agradecido. Firmaban otros San Roques así. Se han bebido más cerveza y cubatas que nunca. Buenas fiestas para hacer frente a la crisis, con mucha gente de fuera o forasteros, y mucha gente también de las capis, como dicen por estos de lares.   En definitiva, este wanted de hoy se lo dedico a San Roque, al pijo del tío Bernardo, y al pueblo de Peñafiel, mis vecinos y paisanos. Ole ole. Y por cierto, chapeu a las charangas de este año. Inconmensurables. Desde aquí mi humilde agradecimiento. Sin ellas no somos nada, o somos menos. Y chapeau también a los que han promovido recuperar el chupinazo, que ha vuelto a ser lo más parecido a lo que fue hace unos años y que nunca debió dejar de serlo. Gracias de verdad. Y empieza a cuenta atrás. Quedan 363 días ¡¡Viva San Roque!!

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