Verguenza nacional
Le llaman Paco el cretino. O el cobarde de Giglio. Francesco Schettino es su nombre y era hasta la semana pasada 'il capitano' del lujoso crucero Costa Concordia, el Titanic italiano, que ha naufragado en esta bella isla en pleno mar de Tirreno, y que se ha llevado la vida de momento de al menos once personas y siguen 21 desaparecidos. Paco el cretino, la vergüenza nacional de la grande Italia. La grandeza de Roma por los suelos. He escuchado en mi vida mentiras y excusas de todo tipo. Unas graciosas y otras no tanto. Recuerdo una muy buena de un muy buen amigo pero que ya no está entre nosotros. Estábamos en un examen de Lengua en el Instituto. Y el tenía los apuntes debajo de los folios y de las preguntas del examen, dispuesto a copiar o a dar el cambiazo. El profesor le pilló en una de sus incursiones por los pasillos de clase y le preguntó que qué hacían ahí esas hojas escritas escondidas bajo los folios. Y mi amigo, con un par, le espetó, con una gracia que insultaba a la inteligencia del profesor, lo siguiente: es que les tengo ahí debajo para apoyar. Para apoyar... Casi me caigo al suelo de la risa. Era un fenómeno.
Recuerdo también la anécdota de cierta esposa ligera de cascos que, pillada in fraganti por su marido en pleno fornicio con su mejor amigo, le dijo, con poco convecimiento, que no era ni mucho menos lo que parecía. O la de un reconocido entrenador de fútbol que, después de perder con estrépito en su cancha ante su gran rival por un gol a tres, y después de no haber visto la bola en todo el partido, culpó de la derrota a la mala suerte y a la labor arbitral. Excusas. Pero como la de este cretino italiano, jamás. No tiene parangón ni comparación alguna. Desde pequeño siempre me ha gustado esa frase de que el capitán es el último que abandona la nave junto a los músicos. En la película sobre el Titanic, interpretada fenomenalmente por Leonardo Di Caprio y Kate Winslet, los músicos tocaron hasta su melodía hasta que el barco se hundió con ellos dentro, tras despedirse y agradecerse los unos a los otros y los otros a los unos los buenos momentos que pasaron juntos tocando. Y que las mujeres, los niños y los mayores son los primeros que deben abandonar el barco ante un naufragio. Códigos de la mar. Y orgullo de marino. Pero Paco el cretino se ha saltado a la torera este código. Se lo ha pasado por el forro o por lo más profundo de su calzoncillo cagado. Le han pillado, porque no tenía escapatoria posible, con las manos en la masa. Escapando como un vil cobarde. Dice que no huyó ni saltó del barco, sino que se cayó al bote salvavidas. Qué casualidad y qué puntería el fulano mientras los demás se tiraban de cabeza y en plancha al mar para salvar su pellejo. También osó en decir que estaba gestionando la tragedia desde tierra y para rematar, apuntó que gracias a su heroica acción ha logrado salvar miles de vidas. Para mear y no echar gota. La falacia más gorda jamás contada, que no se la cree ni él. Porca miseria, diría un italiano. Verguenza nacional.
Recuerdo también la anécdota de cierta esposa ligera de cascos que, pillada in fraganti por su marido en pleno fornicio con su mejor amigo, le dijo, con poco convecimiento, que no era ni mucho menos lo que parecía. O la de un reconocido entrenador de fútbol que, después de perder con estrépito en su cancha ante su gran rival por un gol a tres, y después de no haber visto la bola en todo el partido, culpó de la derrota a la mala suerte y a la labor arbitral. Excusas. Pero como la de este cretino italiano, jamás. No tiene parangón ni comparación alguna. Desde pequeño siempre me ha gustado esa frase de que el capitán es el último que abandona la nave junto a los músicos. En la película sobre el Titanic, interpretada fenomenalmente por Leonardo Di Caprio y Kate Winslet, los músicos tocaron hasta su melodía hasta que el barco se hundió con ellos dentro, tras despedirse y agradecerse los unos a los otros y los otros a los unos los buenos momentos que pasaron juntos tocando. Y que las mujeres, los niños y los mayores son los primeros que deben abandonar el barco ante un naufragio. Códigos de la mar. Y orgullo de marino. Pero Paco el cretino se ha saltado a la torera este código. Se lo ha pasado por el forro o por lo más profundo de su calzoncillo cagado. Le han pillado, porque no tenía escapatoria posible, con las manos en la masa. Escapando como un vil cobarde. Dice que no huyó ni saltó del barco, sino que se cayó al bote salvavidas. Qué casualidad y qué puntería el fulano mientras los demás se tiraban de cabeza y en plancha al mar para salvar su pellejo. También osó en decir que estaba gestionando la tragedia desde tierra y para rematar, apuntó que gracias a su heroica acción ha logrado salvar miles de vidas. Para mear y no echar gota. La falacia más gorda jamás contada, que no se la cree ni él. Porca miseria, diría un italiano. Verguenza nacional.
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