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¡¡¡Felicidades!!! y buena suerte |
Estoy feliz. Como una perdiz. Regresé el lunes de mis vacaciones y pensaba que ese síndrome pos-vacacional que afecta a la mayoría de los españoles iba a cogerme a mi también. Pero no. Quizás un poco el lunes, pero ayer superé ya la prueba y hoy me encuentro flex. Para un monárquico como yo, el de hoy es un día importante y no un día cualquiera. En el momento que escribo esta líneas, Cayetena Fitz-James, Duquesa de Alba, entre otros muchos títulos, Grande de España, descendiente directa del rey Jacobo II de Inglaterra, contrae matrimonio con Alfonso Díez, su último amor -porque le quiere de verdad "ya que es bueno y cariñoso conmigo", según ha expresado la propia Cayetana- en el Palacio de las Dueñas de Sevilla, su ciudad, aunque no nació allí. Una boda que parecía misión imposible por cuanto no ha contado con el beneplácito de nadie, y menos de sus seis hijos que, al final, y tras haberse hecho las debidas reparticiones, que asegurarán el futuro de la Casa de Alba -que al final es lo que verdaderamente importa- para los siglos de los siglos, han accedido al casorio. El rey de España, don Juan Carlos, se abrazó con Alfonso el día en que como manda la tradición, Cayetana tuvo que pedir permiso a la Casa Real para poder casarse. Y, según me cuentan mis espías en el Palacio de La Zarzuela, el monarca -que tendrá algún problema físico pero no ha perdido la guasa y la sonrisa-, le espetó a la duquesa, "Cayetana, Cayetana, que ya no estás para muchos trotes..." para darle después otro abrazo y la más sentida enhorabuena y deseándoles a ambos lo mejor en su matrimonio. Mucho se ha escrito y dicho y se escribirá y dirá todavía de esta gran mujer. Para bien y para mal. Últimamente más para esto último, especialmente desde la izquierda siempre rancia y desagradecida de lo que queda de España. "No me perdonan que haya sido tan feliz", contesta Cayetana a las críticas que recibe cada día. Siempre buenas palabras y nunca con odio o con rencor hacia sus ¿enemigos? o ¿envidiosos? La última ha sido la publicación de un desnudo de la duquesa hace más de treinta años en Interviu. Mala saña la del director de esta revista, mostrando el bello cuerpo desnudo de la Duquesa de Alba en aquella época -que más de una le quisieran- en una semana tan importante para ella. Y yo, dicho sea de paso, es la primera vez que escribo algo sobre esta gran mujer, desde mi perspectiva, joven aún, de lo que es Cayetana y lo que ha significado y a buen seguro que significará en el futuro su persona, su legado y la casa que representa. Y es que para mi lo importante no es Cayetana sino la institución a la que representa, insisto. Pero al César lo que es del César y Cayetana ha gestionado y llevado la Casa de Alba como nadie. Es, además, cinco veces duquesa; dieciocho marquesa; veinte condesa; es también vizcondesa, condesa-duquesa y condestable. Catorce veces Grande de España. Y apasionada del Real Betis y de Curro Romero. No en vano, su mejor amiga, Carmen Tello, es la mujer del maestro de Camas, quien además será su madrina en esta boda. Y nunca se ha divorciado. Sus dos maridos anteriores perdieron la vida. No como sus hijos, separados o divorciados todos menos uno y siempre metidos en movidas en la prensa rosa. Cayetana es católica y monárquica como la que más, como no podía ser de otra manera. Y quizás la mecenas más importante de España. Sus aportaciones a causas nobles para ayudar a los necesitados ha sido una constante en su vida. Que pregunten en la Cruz Roja, o en la Asociación española contra el Cáncer o los mercadillos solidarios que organiza cada año para recaudar dinero para causas justas... Pero hoy es un gran día que ni siquiera los periodistas amarillos -que no chinos- estropearán. Hoy se casa, por tercera vez, con seguramente su último amor. Será una boda austera. Sencilla. Esplendorosa. El sol arriba brillando, bajo la atenta mirada de la Giralda y el Giraldillo, que seguro saludará y brindará desde lo alto por la duquesa. Será una boda con la presencia de los que la aprecian y quieren de verdad. Faltará alguno de sus hijos. La ausencia más sonada ausencia es la de su hija la pequeña, Eugenia, según dicen en casa convaleciente por una varicela. Qué casualidad. Tampoco estará el hijo artista de la duquesa, Jacobo, por motivos laborales. Casado de segundas con una hiena que está levantando ampollas, no se le echará de menos. Pero da igual. Se casa y punto. Y al que no le guste que le eche azúcar. Porque Cayetana será feliz lo que le queda de vida. Se lo merece. Y yo me alegraré por ella. Y por él también. Y por la Casa de Alba. Y por España.
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