Andalucía (II)
Por petición de un amigo y seguidor de este humilde blog -ya que me asegura que se ha quedado a medias o con ganas de más- me atrevo a contar una segunda parte con algunas de mis aventuras y desventuras por el sur de España. Más si cabe, cuando la andaluza es una comunidad ahora en boca de todos, por las desafortunadas palabras que no sorprendentes del líder nacionalista catalán, Artur Más, del que ya sabemos a ciencia cierta de que pie cojea desde hace tiempo, en las que ha llamado poco menos ignorantes a los jóvenes andaluces, a los que acusa de no saber hablar castellano, que no español, y que no se les entiende un pijo al hablar. Y es que Más prefiere decir castellano -"ese bello español que se habla en Castilla", como decía Cela y recuerda habitualmente Ussía en sus artículos- que español, por aquello de que estamos en campaña y de quedar bien con los suyos. Pero al margen de este papanatas, al que no quiero hacerle más publicidad de la que se merece, que debe ser ninguna, me centro en esta segunda parte sobre la tierra del sol y el cachondeo. Y precisamente de esto último empiezo a hablar. Porque una de las cosas que he aprendido en estos once días de viajes es de donde procede la palabra cachondeo. Eso que tanto abunda por Andalucía y que envidiamos el resto de españolitos. Porque por el resto de España también hay cachondeo y gente graciosa, pero no como en Andalucía, donde su gente destila gracia y salero desde el vientre de la madre. Pues resulta que la palabra cachondeo proviene del río Cachón, a su paso por la pedanía gaditana de Zahara de los Atunes. Según me he enterado, los trabajadores de se ganaban la vida sirviendo al duque de Medina Sidonia, cuando finalizaban su interminable jornada laboral se juntaban todos ellos junto a la ribera de este río a contar chistes, cantar, bailar y beber un poco de ese fino que tanta alegría y desparpajo produce al que lo ingiere. Y tanto cantaban, bailaban, contaban chistes y bebían, que a esa tertulia la acabaron llamando cachondeo, y así hasta nuestros días. Curiosidades. De lo que se entera uno al día. Además, todavía me estoy escojonando del cochero de la calesa en la que monté para conocer Sevilla con la Isa y unos amigos. Estuve regateando con él a ver si me bajaba de cincuenta euros el viaje, y al final casi le tengo que pagar 60, ya que me lo puso tan jodido el tema que me dio algo de reparo. Aunque la verdad es que el fulano se portó de miedo. Aparte de explicarte los lugares por los que te lleva, nos contó un par de chistes y algunas anécdotas graciosas. Dentro del parque de María Luisa atraviesas una zona que es el monte Gurugú que es una réplica de un monte que existe en Ceuta. Os aseguro que escuchar a este sevillano, de pura cepa, decir gurugú no tiene precio. Pues resulta que el cochero, según nos contó, de joven o crío les tiraba naranjas a los cocheros de entonces cuando pasaban por esa zona del parque. "Y ya ves como me gano la vida ahora", dice, con guasa, recordando esos viejos tiempos con cierta nostalgia. Un fenómeno el cochero. Luego nos cuenta que la gran boda del año entre la Duquesa de Alba y Alfonso Díez, que por cierto creo que es mañana o pasado, se ha suspendido porque el novio está ingresado en el hospital. Y yo, como un paleto, me lo creo y le pregunto que por qué, que qué es lo que ha ocurrido para tan semejante desastre. Y me responde, serio, que es que el tal Alfonso se ha comido una almeja 'picá'. Para acto seguido escojnoarse de la risa y de paso, un poco de mi, por pardillo. Genio y figura el cochero. Al final, le pagué los 50 euros que acordamos y dejamos algo de propina por maestro. Y todos tan contentos. Nosotros más. Fue un día especial. Pasear y, sobre todo tapear, por el centro de Sevilla es una pasada. Del resto del viaje me quedo también con Granada. Impresionante su Alhambra, pero también su casco histórico y su flamenquito bueno. De la gastronomía ni hablo. Espectacular el tapeo. Con tres cañas que te tomes has comido o cenado. Y bien. Buen ambiente. Mucho turista, pero merece muy mucho la pena. Lo peor, el tráfico. Y las obras del metro. El metro de Granada es como la autovía del Duero a su paso por Peñafiel. Misión imposible. O el cuento de nunca acabar. En fin, Calvo, que seguro que estarás leyendo estas líneas, que sepas que te dedico este wanted de hoy, y para decirte también que la Andalucía que he conocido estos días y que tú conoces mucho mejor yo, es de lo mejor que he visto y disfrutado en mi todavía corta vida. Una tierra que, si Dios quiere y el tiempo no lo impide, como los toros, disfrutare mucho más y mejor aún en el futuro. Y no me iré de este mundo sin conocer la Casa Manteca de Cádiz.
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