Calma tensa


Se hace complicado escribir o hablar esta semana de nada que no sea de los atentados de París o de la constante amenaza yihadista y la zozobra en la que vivimos los europeos durante estos días. A la espera de lo que pueda ocurrir a lo largo del día de hoy con la toma de rehenes en Mali, todo gira en torno a la sangrienta tragedia parisina del fin de semana pasado, por cuanto cada día vamos conociendo nuevos datos sobre cómo actúan estos asesinos que dicen matar en nombre de Alá el Grande, y que no hacen si no conseguir que nos llevemos, en el mejor de los casos, las manos a la cabeza, y exclamar cómo es posible que esté ocurriendo esto. El miedo  se ha instalado entre nosotros. También cierta angustia e inquietud aunque tratemos de autoconvencernos de que no pasa nada y que hay que seguir haciendo vida normal. Vivimos momentos en los que nos pensamos y mucho acudir a un concierto de música, a un partido de fútbol como el clásico de mañana en el Bernabeú o simplemente coger el transporte público para desplazarnos al lugar de trabajo. De hecho, oigo en la radio que el número de usuarios del metro en Francia ha disminuido considerablemente tras los atentados, y que los ciudadanos prefieren coger el coche para moverse. Tampoco quiero ser un agorero, ya que sólo escribo lo que percibo entre los comentarios de la gente. Lo que uno escucha por la calle al pasear. Y mi sensación es esta, de calma tensa. Porque creo que la mayoría queremos pensar que está todo controlado, pero lo cierto es que pensamos y estamos convencidos de que esto no acaba más que empezar y que pronto volveremos a vivir algo parecido aunque no sabemos ni cuándo ni dónde. Y esto es lo que más inquieta y produce desasosiego. Es como la lotería de Navidad, que todos jugamos pero que solo toca a unos pocos. Pues algo parecido. Estamos en el bombo, y solo esperamos que cuando pare de dar vueltas, la bola elegida no sea la nuestra o la de alguno de los nuestros.
Esta mañana he estado en el colegio Liceo Francés, ubicado en la localidad vallisoletana de Laguna de Duero. El único que hay en Castilla y León que se rige por el sistema educativo francés, y que por esto mismo hay que estar con ellos también en estos duros momentos. He estado alli para cubrir la información para el periódico en el que trabajo, sobre la visita institucional que realizaba el consejero de Educación, Fernando Rey, a este centro educativo, para transmitir el apoyo y la solidaridad de los castellanos y leoneses con los franceses por los atentados, y para lanzar un mensaje de unidad y de defensa de los valores que la República Francesa tan bien representa como es su libertad cultural, su tolerancia y su defensa de los derechos humanos. Y he de decir que me ha sorprendido la normalidad existente, aunque tampoco creo que se pudiera esperar otra cosa, dicho sea de paso. Tampoco es que fuera yo pensando en que iba a encontrarme a un grupo de militares custodiando el colegio por seguridad. Pero sí que me ha llamado la atención ver a los niños jugando en el patio durante el recreo como lo que son, niños, sin que otra cosa les nuble la cabeza, para posteriormente regresar a las aulas riendo y contentos para seguir aprendiendo. El director nos contaba que se está trabajando con los alumnos ayudándoles a que puedan expresar sus temores pero sin forzarles a hablar del tema y que simplemente se están limitando a aplicar algunos de los mandatos del Gobierno francés por cuestiones de seguridad. Dicho así, parece nada, pero es mucho. ¡Chapeau! por su buen hacer, y en esto también nos dan una pequeña lección de saber estar en estos momentos. 
Pero la pregunta también que todos nos hacemos es ¿Y ahora qué? Los franceses parece que lo tienen claro, y ya están en ello. También los rusos. Los americanos se hacen de rogar porque nos pasan factura por no haberlos apoyado lo suficiente cuando el 11-S. Y en otros lugares como España  -para qué irnos más lejos- es una complicada respuesta. Tenemos experiencia terrorista para dar y tomar, y sabemos cómo combatir a estos asesinos desde la prevención y la actuación policial. Pero, ¿es suficiente? la palabra guerra merodea estos días más fuerte que nunca. Muchas son las voces que ya hablan de la necesidad de llevar botas a terreno del Estado Islámico. España afronta unas elecciones en apenas un mes y esto lleva a los líderes políticos a ser cautos y no mostrar sus cartas -especialmente PP y PSOE, ya que C's y Podemos sí se han mojado-,  puesto que es un tema sensible, que puede dar o más bien quitar muchos votos.Y tal y como está el patio...
Yo no entiendo de política exterior y mucho menos de conflictos bélicos, pero si algo tengo claro es que estamos en guerra. Una guerra no convencional, a la que no estamos acostumbrados, pero una guerra al fin y al cabo, en la que está muriendo gente, y no muy lejos de aquí, en la que se está atacando un modo de vida que ha costado mucha sangre construir durante siglos, y nadie está exento de poder sufrir sus consecuencias. Y creo, también, que ante una guerra cabe poco diálogo y mucho menos repartir caramelos como si fuéramos una oenegé. Y en una guerra se combate al enemigo, llevando botas al terreno aunque nos duela o suframos por la posibilidad de perder a un ser querido en ella. Creo que se equivocan quienes piensan que nos atacan porque les atacamos a ellos en sus países. Creo que más bien nos atacan porque nos ven débiles y vulnerables. Y mientras esperamos acontecimientos, calma tensa.

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