Se desarmó el Belén

Pues sí, se desarmó el Belén. Y no se armó, como en la graciosa película protagonizada por Paco Martínez Soria, en la que da vida a un viejo sacerdote de los suburbios de Madrid que se recicla tomando como modelo a un cura joven y con ideas revolucionarias. Aunque para revolucionario ya tenemos a Joseph Ratzinger, o lo que es lo mismo, el Papa Benedicto XVI. La que ha preparado el sucesor de San Pedro es para hacérselo mirar. Ha echado por tierra la ilusión de muchos niños, entre los que me incluyo porque yo hice de pastorcillo de pequeño en muchas ocasiones en belenes vivientes. Ahora resulta, que lo del buey y la mula arropando al niño Jesús de Nazareth en el pesebre el día de la buena nueva es una milonga. Y lo dice, o mejor dicho, lo escribe, en un libro. La primera parte de una trilogía que miedo me da. Y justamente cuando apenas falta un mes para celebrar la Navidad, supuestamente la época en la que los cristianos celebramos la llegada al mundo de nuestro señor nuestro Dios, aunque visto lo visto tampoco sé ya qué pensar. Porque si lo hace adrede no le sale. ¿O ha sido aposta para vender más libros? No creo. Sería el colmo, pero mal pensados somos todos.  ¿Y ahora qué hacemos con las figuras del buey y la mula del nacimiento? ¿Qué van hacer ahora los vendedores de mulas y bueyes para belenes? ¿Y los maestros belenistas que ya tienen casi terminados sus nacimientos de cada año? ¿Y con las innumerables estrofas y versos de los Villancicos en los que se hacen referencia a ambos dos animales? ¿Qué será lo siguiente? ¿Qué el establo no existía y el parto se produjo en plena calle, con nocturnidad y alevosía? ¿Que los Reyes Magos no llegaron de Oriente sino de Cuenca? ¿Acusarán a la Iglesia de prevaricación por permitir este hecho a lo largo de la historia sin decir nada y a sabiendas de que el buey y la mula nunca estuvieron en el pesebre, junto a la recién parida criaturilla?
Viñeta de mi compañero MONTORO que se publica hoy en La Razón
Respirad hondo y no nos llevemos las manos a la cabeza aún. Su Santidad lo recuerda en el libro cuando hace referencia al Capítulo I de Isaías: "El buey conoce a su amo y el asno al dueño de su amo..." Pequeño consuelo. Pero consuelo al fin y al cabo. Al menos sí que tanto el buey como la mula andaban por ahí bien cerca. Además, los obispos, viendo la polémica que se ha suscitado, nos animan a seguir colocando el belén con la mula y el buey. Pues eso, pero para esto no hacía falta chafarnos la ilusión y pegarnos este susto. Que la vida no está para estas sorpresas.

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