A trabajar

¡¡¡¡A trabajar!!!!!
Yo, por supuesto, no haré huelga, y mañana acudiré como cada día a trabajar. Espero que me dejen. No pido más. No sé hasta cuando, pero de momento tengo suerte de tener trabajo en los tiempos que corren. Y hay que aprovechar el tiempo. Además, que como periodista que soy, mi obligación es la de contar lo que ocurra durante este paro general, que auguro calentito. Segunda huelga general que los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, le hacen a Rajoy en un año. A Zapatero solo le hicieron una y con poco ruido y menos nueces al final de su mandato, para que no se les viera mucho el plumero. Dicen los toxo, méndez and company and boys que hoy van a la huelga para defender a los trabajadores de una reforma laboral dañina, aunque los propios sindicatos se han aprovechado de ella para echar a la calle, en el caso de CCOO, a 646 trabajadores con veinte días por año trabajado. Y eso que la reforma laboral de Rajoy, es verdad que ofrece esta posibilidad a las empresas, pero no las obliga a indemnizar con esos días. Al hilo de esto me viene también a la cabeza el despido de casi doscientos compañeros de profesión de El País, a los que Juan Luis Cebrián ha mandado al paro también con veinte días por año trabajado. Y no se cuántos editoriales y artículos de opinión se han podido escribir en este diario en contra de la reforma laboral del Gobierno. Cosas de la izquierda. Haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga. Así que en esas estamos. En vísperas de una huelga general política, auspiciada por dos sindicatos que solo se defienden a ellos mismos y a sus privilegios, y no a los seis millones de parados de este país llamado todavía España. Pero también quiero entonar el mea culpa. Y es que los periodistas, entre los que me incluyo, hemos dado a los sindicatos más voz y voto del que realmente les corresponden. Les hemos dado desde hace mucho tiempo un papel protagonista en la sociedad, seguramente porque hemos tenido buenos dirigentes sindicales. Honrados y que se partían el pecho por los trabajadores. Nicolás Redondo y Marcelino Camacho son los dos ejemplos a seguir del sindicalismo español de finales del siglo XX. Referentes del mundo obrero. Y no lo que tenemos ahora. Vividores y politiquillos de tres al cuarto a los que lo único que les interesa es mantener sus prebendas, llenar el buche y hacer el egipcio al final de mes. Los medios de comunicación les hemos convertido en políticos. Les hemos dado un poder que ni merecen ni tienen capacidad para desempeñar puesto que todavía no pueden legislar, aunque a este paso y en este país, todo se andará. ¿Quienes son estos sindicatos para pedir un referéndum sobre si hay que echar atrás una reforma laboral o cualquier Ley? ¿Acaso pidieron lo mismo a Zapatero en su corta reforma laboral o cuando congeló las pensiones o quitó varias ayudas sociales? ¿Pero de qué van estos sindicatos? Mañana han llamado no solo a la huelga general sino también a la de consumo. No van a respetar a los que libremente decidan abrir sus negocios. Los piquetes 'informativos' 'informarán' metiendo bulla en los polígonos y en las grandes empresas, cortando el transporte, incluso el servicio mínimo, y asustando e insultando en la calle a los viandantes que se atrevan a entrar a comprar en un establecimiento. Piquetes informativos. Y eso con suerte de la cosa no se vaya de las manos y tenga que actuar la Policía para gusto de la prensa internacional que ya tendría portada en sus diarios para hacer sangre con España. A los sindicatos les importa un bledo la gente que trabaja y mucho menos el que no tiene la suerte de hacerlo. Solo les interesa seguir cobrando de nuestros bolsillos. Y como ahora, un tal Rajoy, les ha quitado algo de poder de negociación, y les da mucho menos dinero para estudios chorras y comilonas, pues se han enfadado y se manifiestan por segunda vez contra él en apenas un año. Les da igual que la ciudadanía les considere al igual que a los políticos un serio problema para el país. Se la suda. Ellos a lo suyo. Hasta que no sean sindicatos libres, que vivan de sus afiliados, y que defiendan de verdad a los trabajadores, no les respetaré. Porque ellos -y tengo una mala experiencia laboral en este sentido- tampoco me respetaron a mi ni a mis compañeros de un periódico llamado Grada que desapareció por la gracia de un empresario. En fin, una huelga mala para España, porque nada bueno se podrá extraer de lo que ocurra mañana. El día 15 nos despertaremos igual como mal menor que como lo hemos hecho hoy. Una huelga mala para las empresas solventes y que tiran del carro de España, porque perderán productividad, pero una huelga 'buena' para otras empresas con problemas, paralizadas por falta de carga de trabajo, que ahorrarán dinero al no tener que pagar a sus empleados un día. Y me consta de que hay empresarios de algunas de estas empresas que están obligando a sus trabajadores a apoyar la huelga bajo la amenaza de un posible despido. Así están las cosas. Y mañana, a trabajar, y a donar un kilo de alimentos a Cáritas como contrahuelga.

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