España, monárquica
“La monarquía continuará mientras la gente quiera una monarquía". Lo dice Don Juan Carlos I, Rey de España, en un reportaje que publica hoy sábado el diario The New York Times, en su edición nacional y europea, tras la visita que el monarca hizo a este prestigioso medio recientemente. Su Majestad vive malos momentos. España es un polvorín como hacía tiempo que no se recordaba. Y la que nos espera aún. La imagen de la Casa Real, tras su traspiés del accidente de caza -del que por cierto pocos han destacado que ese safari supuso un contrato millonario para un consorcio de empresas españolas en Arabia Saudí- o con el caso Urdangarín, está por los suelos. Pero, las últimas encuestas revelan que siete de cada diez españoles estamos contentos con la Casa Real y con la Monarquía Parlamentaria de la que disfrutamos desde hace ya más de treinta años. ¿Queremos los españoles una Monarquía? ¿Esta Monarquía? ¿O por el contrario preferimos volver a una República, la tercera en este caso, con dos negras experiencias como precedente? El que me siga frecuentemente en este blog habrá deducido hace tiempo que ante todo, soy español, pero, sobre todo, monárquico. Y convencido. Quizás se deba a que debido a mi todavía corta edad sólo he conocido la Democracia en España bajo la monarquía parlamentaria de Don Juan Carlos de Borbón. Más de tres décadas de convivencia pacífica en España. Años, pese a momentos puntuales, como el actual, de prosperidad y bienestar. ¿Para qué cambiar? Dice el refranero que lo que funciona, mejor no tocarlo. ¿Acaso no funciona la Monarquía? Creo que ya he mencionado en muchas ocasiones que entre los diez países europeos con mayor calidad de vida se encuentran seis monarquías similares a la nuestra. Instituciones con prestigio. Con funciones encomendadas. Queridas por sus ciudadanos. Y que, en el caso de España, respetadas en todo el mundo. Me molesta sobremanera cuando la gente habla de lo que supone para sus bolsillos el mantenimiento de la Casa Realal año. Me río por no llorar. No dicen lo mismo esos mismos -y valga la redundancia- de lo que nos cuestan al año los sindicatos o los partidos políticos. O los muchos jetas que viven del cuento cobrando del paro sin querer currar o con pensiones de invalidez, que luego no es tal o tanta discapacidad la que tienen como para dejar de trabajar. O lo que nos cuestan los destrozos que se producen en celebraciones deportivas o manifestaciones como ladel otro día en Madrid, frente a las puertas del Congreso. Y dejo ahí la lista, porque me quedo sin espacio.Francia o Italia, países vecinos nuestros, cuentan con una República asentada. Y los gastos que supone a mantener a su Casa Republicana, por así llamarla, triplican o cuatriplican, en el caso de los franceses, los gastos de la Casa Real de nuestro país. ¿Conoce alguien al presidente de la República Francesa? ¿O al de Italia? Si hay alguien que lo sepa sin buscar en google antes, que me conteste cuanto antes. Sin embargo, ¿Quien no conoce a nuestro Don Juan Carlos? O a su hijo, Felipe, digno sucesor, y al que espero ver entronizado en unos pocos años como Felipe V, Rey de España. Pues eso, que como dice el Rey, la monarquía se mantendrá en España mientras la gente así lo desee. No ocurriría lo mismo, y me juego el oficio padre, si estuviéramos en otro régimen. Uno comunista, por ejemplo. Al estilo de Cuba o Corea del Norte o la misma China o la antigua URSS y actual Rusia, que me da lo mismo que lo mismo me da. Imaginaros por un momento que en España gobernara un presidente comunista. No creo que recibiera en su despacho al Rey de España de turno que estaría viviendo, por otra parte, en el exilio, como sí ha hecho Don Juan Carlos con Cayo Lara, el líder de IU. Ni tampoco creo que un presidente comunista dijera lo que ha dicho el Rey en The New York Times. Un presidente comunista diría que el régimen comunista instaurado en España continuará hasta que el partido y sus miembros así lo decidan. Y ya no digo nada de plantear un referéndum. Eso sí, los catalanes y los vascos estarían calladitos y sin moverse. Se les olvidarían de repente esas quimeras, como las llama el Rey, en las que sueñan. Pues eso.
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