Por un periodismo digno
Hoy es el día mundial de la libertad de prensa. Pero no es el mejor día para los periodistas. Malos tiempos para la lírica, como decía la mítica canción de Golpes Bajos. Muchos de nosotros hemos salido a la calle para que se nos oiga. Para elevar un poco la voz. Para decir que estamos aquí, y que no solo somos la peor de las pesadillas para muchos, políticos especialmente, sino para reivindicar que somos de carne y hueso y que también sufrimos de insomnio o de malos sueños por la incertidumbre en la que vive nuestra profesión y, sobre todo, nuestro futuro laboral. El futuro de los que por desgracia no trabajan y no arrojan la toalla por seguir desempeñando esta bendita profesión -como diría el gran José María García-, o también el de que los que tenemos suerte todavía de currar aunque no sabemos hasta cuando. Miles de periodistas de diversos medios nacionales e importantes se han ido a la calle durante este último año. Y muchos otros lo van a hacer en breve, según hemos sabido recientemente, en El País y en El Mundo, diarios que más están sufriendo el azote de esta crisis que parece no tener fin. Pero al menos hoy se nos ha escuchado. Poco, pero menos es nada. O menos da una piedra. En la vallisoletana Plaza de Fuente Dorada nos hemos juntado dos centenares de periodistas de aquí, de la tierra, la gran mayoría, tirando al alza. Algunos mayores y otros, casi todos, jóvenes que estamos empezando en esto. Poco ruido, pero muchas nueces en juego. Una situación extraña, por cuanto los periodistas solemos estar al otro lado de la barrera. Siempre estamos al otro lado. Cumpliendo con nuestro deber, que no es otro que informar y dar constancia al ciudadano de cuanto ocurre a nuestro alrededor. Mejor o peor. Para gustos los colores. Pero ahí estamos. Al pie del cañón contando las cosas como son. Así que la de ayer fue una situación un tanto extraña. Y se notaba en el ambiente. Faltó un poco de organización. Por aquello de coordinarse para vocear todos juntos algunas consignas. La falta de tiempo. Y de unidad, por cuanto no somos un gremio que nos caractericemos por nuestra unidad de criterios ni de acción. Pero al menos reconforta ver las caras de los compañeros. Todos a una. Aunque sepamos que la cosa es difícil que prospere. En fin, un día malo para el periodismo, si vemos la botella medio vacía, porque el sector ha tenido que salir a la calle a defender su dignidad y a decir que hasta aquí hemos llegado y que queremos trabajar, pero, no de cualquier manera ni condición, ni tampoco sometidos a una especie de dictadura económica y política que es en la que estamos. Pero también, puede ser un buen día, si vemos la botella medio llena, que nos llena de esperanza por un futuro mejor. Un día en el que los periodistas, por fin, y sin que sirva de precedente, nos hemos juntado y unido por algo en común. Por un futuro más próspero y con menos inquietud, que es con el que todos soñamos cada día. Y por el que no renunciamos. Porque no hay Democracia sin periodismo. Ni tampoco puede haber periodismo sin libertad. Sin cortapisas. Sin censura ni recortes o ajustes, como lo llaman algunos, de ningún tipo. Y, sobre todo, sin dignidad.
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