Florido y hermoso
En la flor de la vida. Como Dios. Mejor que cogido en brazos. Así me encuentro hoy. A mis treinta y tantos. En plena madurez. Con la cabeza amueblada. Al menos eso creo o quiero creer, que no es lo mismo, pero se parece. Es un día especial. Uno no cumple 36 tacos a menudo. Y he madrugado más de la cuenta, a pesar de que no curro y me he cogido el día de relax. Para reflexionar. Y disfrutar también. Qué cojones. Será que tenía ganas de saborear de este soleado mes de mayo. Porque el quinto mes del año es el mejor. Ya lo dice el refrán: "marzo ventoso y abril lluvioso dejan a mayo florido y hermoso". Como yo, florido y hermoso. Aunque para gustos los colores. Y es que si no me piropoeo yo...
El caso es que uno va cumpliendo años y echa una mirada atrás y da un poco de vértigo. Cada vez más recuerdos en la cabeza. Más historias que contar. Como el abuelo cebolleta que tenemos o teníamos todos, y al que siempre recurrimos en algún momento. "Dices tu de mili... para mili la que hice yo de cabo fourrier en Melilla..." Pues eso. A mis treinta y tantos se me empiezan a acumular los recuerdos, la anécdotas familiares y de amigos; las risas que me he echado o alguna lagrimilla también, aunque son las menos, por suerte. Y haciendo un rápido repaso a mi particular y democrática historia, porque es lo que he conocido, la Democracia en España, el mejor periodo en general para vivir en nuestro país -gracias Juancar, por este monárquico y apacible tiempo- he de decir que no me cabe una piedra por el culo. De felicidad, en general. Vivimos en una sociedad en la que parece que uno no puede decir "qué bien me va la vida y qué feliz soy". Parece que hay que dar un poco de pena y contar tragedias y penurias para que tu interlocutor se quede a gusto y no sienta envidia para no joderle. Pero que queréis que os diga. A mi no gusta contar penas y aunque tampoco voy por la vida presumiendo de nada, porque ya lo dice el sabio refranero al que me gusta recurrir de vez en cuando: "dime de qué presumes y te dire de lo que careces", el caso es que para contar penas, mejor me quedo callado. "En boca cerrada no entran moscas". Pero alzo la voz para decir, alto y claro, para que se me entienda, que soy feliz como una perdiz. Tengo salud, fundamental para seguir al pie del cañón dando guerra. También un trabajo, fundamental en los tiempos que corren. Y, por si fuera poco, gente a mi alrededor que me quiere. ¿Acaso se puede pedir más en la vida? Creo que no. Ni siquiera dinero a borbotones o a gorgotones como diría un amigo mio gitano. El dinero no da la felicidad. Aunque otros añaden: Pero ayuda. Y es cierto, puede ayudar, hasta que se acaba. Mientras que lo otro, el amor de los tuyos y la amistad de los amigos perdura para siempre, si les sabes cuidar, dicho sea de paso. Y en esas estamos. Los verdaderos amigos -y no nos engañemos- se cuentan con los dedos de una mano. Son aquellos que están cuando hacen falta y sin pedirlo. Porque saben que tienen que estar ahí. Luego hay otros, menos amigos, que son los que vas conociendo a lo largo de la vida, los que se cruzan en tu camino, y con los que tienes una relación esporádica o temporal, en momentos puntuales del día, de la semana o del mes, ya sea para salir de copas o a tomar un café, de compras -en el caso de las mujeres más a menudo-, jugar al fútbol, a las cartas, ir de casa rural de vez en cuando... Amigos de conveniencia o amigos que ves poco por circunstancias familiares o laborales. Con los que has perdido un poco el contacto o no coinciden con tu forma de vida o de pensar, pero que les quieres mantener y cuidar de alguna forma porque, en el fondo, les quieres. A tu manera, pero les quieres y estás con ellos.Ya he recibido muchas llamadas de teléfono y mensajes vía red social o whatsapp de amigos de los que se cuentan con los dedos de una mano, y también de esos otros amigos felicitándome por mi cumpleaños. A todos ellos, gracias. Mil gracias. Porque a uno siempre se le alegra la cara y el día comprobar que se acuerdan de él. Que estoy ahí. Qué existo. Que les importo algo. Y que los buenos momentos que hemos pasado no han sido en balde. Y como no quiero ser pesado, ni parecer ese abuelo cebolleta, me despido dando de nuevo las gracias por acordaros de mi, y con el compromiso de seguir siendo vuestro amigo para siempre. Y ahora, a seguir disfrutando de mi florida y hermosa juventud.
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pues eso, treinta y seis tironcejos de nada |
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