Se acabó el chollo

Arriba los pobres del mundo...
Se les acabó el chollo a UGT y CCOO. Han estado viviendo del cuento gracias a las generosas aportaciones del Gobierno socialista de Zapatero durante muchos años y aprovechándose del esquema negociador imperante antes de la reforma laboral aprobada por el PP. Pero se acabó. Y por eso están molestos. Les jode el nuevo escenario, porque no podrán meter mano. Y por eso están promoviendo una huelga general. No porque el nuevo texto abarate el despido o fomente el despido libre como vocean -algo que es mentira dicho sea de paso ya que en mi humilde opinión un empresario nunca quiere despedir sino crear trabajo y seguir creciendo- sino porque ahora, en los convenios de empresa, sea del tamaño que sea, primará el acuerdo entre los trabajadores y la propia empresa. Antes, aunque un empresario pactara con sus trabajadores o comité de empresa unas condiciones, éstas podían quedar después en papel mojado si a nivel sectorial la dirección de los sindicatos pactaba lo contrario. Ahora esto se acaba con la nueva reforma, lo que facilitará la labor de los sindicatos minoritarios que, por cierto, se financian solos con las aportaciones de sus socios . Y esto no quiere decir tampoco que se elimine la negociación colectiva como están quejándose los camaradas Toxo y Méndez. También se termina con lo que se denomina como la ultraactividad. Antes de la reforma cuando se acababa un convenio y no se renovaba, se mantenía hasta que se pactara uno nuevo. Esto lo que permitía a los sindicatos, aunque también a los empresarios -pero en menos medida- que si no estaban de acuerdo con el nuevo texto pues no lo firmaban y se mantenía el anterior, que si les beneficiaba. Ahora, hay un plazo de dos años desde el fin del convenio para pactar uno nuevo. Finalmente, la reforma facilita a la empresa en dificultades -dos trimestres consecutivas dando pérdidas- a forzar un nuevo proceso de negociación colectiva. Es lo que se denomina descuelgue. Si los trabajadores y el empresario llegan a un nuevo acuerdo el problema se acaba. Y si no hay acuerdo en ese tiempo el empresario puede forzar una solución a través de un arbitraje, de un órgano imparcial. Todo esto deja a los sindicatos con un poder limitado. Con las manos menos sueltas. Y por eso vocean. Ladran, pues avanzamos, dice el refrán. Despido libre, pregonan estos vividores. ¿Qué más despido libre puede haber que más de cinco millones de parados en España con el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero que ellos ampararon y protegieron sin mover un músculo? Vale ya de robarnos. Vale ya de sindicatos más propios del siglo XIX y la revolución industrial y de principios del XX, que del actual. Sindicatos, sí, pero que se financien de las aportaciones de socios y no de nuestros maltrechos bolsillos. Y que defiendan a todos los trabajadores. A todos. Incluido a los propios empresarios. Grandes, medianos y pequeños. ¿O acaso un empresario no trabaja? Seguro que nos irá mejor. Y a ellos también.

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