La espalda del lobo

"ETA ha sido derrotada policialmente, está en fase terminal y no ha conseguido nada". Lo dice el ministro de Interior, Jorge Fernández Díez, quien además nos anima a aprender a vivir sin esta banda de asesinos. No dudo de las buenas intenciones del ministro, que considero una persona cabal y competente para desempeñar tan importante e ingrato puesto como el que ocupa,  pero, para ser sincero, no me lo creo. Y eso que en los últimos días se viene diciendo, o mejor dicho rumoreando, que ETA va a anunciar este viernes que deja las armas. Pero no lo harán ellos, sino los verificadores internacionales que hacen labores de mediación con esta sanguinaria banda terrorista que ha matado a cerca de 900 personas, herido a más de diez mil, y destrozado la vida a decenas de miles. Es una música que me suena. Nada nuevo. Bla, bla, bla... palabrerías de difícil comprensión para enredar más las cosas, y al final nada de nada. O más de lo mismo. Aunque de ser así, que no lo será, tampoco sería suficiente, ya que en mi humilde entender hasta que no pidan perdón a las víctimas y se arrepientan y reconozcan el daño que han hecho; se entreguen los fugados con causas pendientes y ayuden a esclarecer los cientos de casos que aún quedan sin resolver; y, en definitiva, haya realmente unos vencedores - el estado de derecho- y unos vencidos -los etarras- y que esto se lea y se estudie en los libros de texto de los colegios y en las universidades y no se tergiverse como se está haciendo, no podremos decir que hemos derrotado a ETA. Porque por mucho que el ministro diga que ETA está derrotada policialmente y que está en fase terminal y que no han conseguido nada, creo que es todo lo contario, que la ETA está más fuerte que nunca, ni mucho menos moribunda y que además está consiguiendo, paso a paso, sin prisa pero sin pausa, algo que parecía impensable en los años 80 y 90, su época más sanguinaria: estar en las instituciones. Cada vez más cerca de nosotros y con herramientas para romper nuestra unidad. Más o menos lo que viene a ser la hoja de ruta pactada con el Gobierno de Zapatero, el mayor enemigo que ha tenido España en los últimos años, y de cuyos destrozos tardaremos en recuperarnos, si es que lo hacemos. ETA es un lobo escondido y agazapado, paciente cazador sediento de sangre y hambriento de carne humana, cuya espalda nos empeñamos en frotar, rascar e incluso palmear para desgracia y escarnio de las víctimas del terrorismo. ¿Alguien puede decirme que una banda terrorista como ETA está derrotada cuando está más presente que nunca en las instituciones públicas; cuando el Tribunal de Estrasburgo ha respaldado la doctrina Parot que ha dejado en la calle a algunos de los etarras más sanguinarios antes de tiempo; o cuando, de la mano de Bildu, están a punto de romper aún más la unidad de España a través de una moción de censura en Navarra -bajo la connivencia del partido del puño y la rosa, capaz de pactar hasta con el mismísimo diablo si hace falta con tal de echar al PP del poder, aunque Rubalcaba lo haya negado hoy en la Cope-? Lo siento, ministro, pero no me creo que ETA esté cerca de decirnos adiós. Sobre todo, porque tengo la sensación de que seguimos acariciado la espalda a ese lobo que no dudará en mordernos la mano en cuanto pueda.

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